Muchas grandes ciudades tienen problemas acuciantes de movilidad y contaminación, en especial durante las horas punta. Cada día vemos más bicicletas, patines y vehículos eléctricos ligeros que facilitan ese desplazamiento pero que en ocasiones saturan las aceras y ciclovías, molestando a los peatones. Sin duda, debería fomentarse el uso de estos otros medios de transporte en la ciudad acondicionando nuevas vías seguras y regulando su uso, Conseguiremos cambiar nuestras ciudades haciéndolas más limpias, menos ruidosas y más amables.
Bogotá es una ciudad de casi 10 millones de habitantes. Está situada en un amplio valle que llaman la sabana, sobre el altiplano cundiboyacense junto a la cordillera oriental de los Andes a una altura de unos 2600 m sobre el nivel del mar. La mayor parte de la ciudad es plana, con pocos desniveles salvo cuando nos acercamos a las primeras carreras, desde la 9ª hacia la 1ª por la proximidad de las montañas que limitan la ciudad por el oriente.
Bogotá no tiene metro. No tiene un sistema de transporte masivo rápido, cómodo y eficiente como debería. Tiene el Transmilenio, líneas de autobuses que circulan por un carril exclusivo. Sin embargo, obsoleto, insuficiente y contaminante.
La ciudad cuenta con una extensa red de ciclorutas que discurren por las vías principales de la ciudad y permiten acceder a casi todas las zonas, bien a través de dichas ciclorutas exclusivas para bicicletas o por vías compartidas con el resto de vehículos y con límite de velocidad a 30 km/hora.
Además la ciudad cuenta con parqueaderos públicos con espacios para dejar nuestras bicicletas, seguras y vigiladas. La mayoría de supermercados, centros comerciales restaurantes y establecimientos también cuentan con espacios seguros para aparcar las bicicletas.
Echo de menos encontrar esto es España, donde recientemente me robaron una bicicleta que estaba atada con cadenas en un parking de bicis, sobre la acera, junto a un restaurante y frente a una oficina de los Mossos de Esquadra (Policía).
Encontramos con frecuencia tiendas de venta y reparación de bicicletas, también puestos móviles y puntos de carga para las eléctricas.
Éstas son sin duda algunas de las ventajas e incentivos que tienen los ciudadanos de Bogotá para circular a diario con sus bicicletas. El único inconveniente, el clima, las lluvias torrenciales que con frecuencia sorprenden a los ciclistas en su regreso a casa, por las tardes.
Ante la falta de alternativas de transporte público eficaz y cómodo en Bogotá, la bicicleta se ha convertido para muchos en la alternativa al transporte diario para ir al trabajo ó a la universidad, teniendo en cuenta los trancones (atascos) en todas las vías de la ciudad y casi a todas horas.
En las horas de entrada y salida al trabajo, el tiempo de circular en bicicleta es significativamente menor a hacerlo en carro. Si desde la calle 100 hasta la 26, podemos tardar en bicicleta unos 20-30 minutos, en carro no será menos de una hora, para una distancia de unos 5-6 km.
Sin embargo, los conductores y muchos peatones se quejan de las bicicletas, invaden sus espacios, sin orden ni respeto. Tienen razón, los ciclistas debemos respetarles. Pero necesitamos calles diferentes, mejor diseñadas para peatones y ciclistas. Debemos cambiar el modelo de ciudad a uno más limpio, más amable y seguro.
El centro de las grandes ciudades debería se para los peatones, bicicletas y los vehículos eléctricos ligeros, con zonas verdes, zonas de aparcamiento vigiladas y fácil acceso a los medios de transporte masivos.
Queremos ciudades con menos humos, menos ruidos, más amables, bonitas, luminosas.
Vivo entre Bogotá y Madrid y además viajo con frecuencia a otras ciudades por trabajo y por ocio y en ocasiones combino ambas actividades. Utilizo con frecuencia el transporte público, el tren de cercanías, el metro, el tren de alta velocidad y el avión y la bicicleta. Siempre me gustó montar en bici, desde que aprendí a hacerlo en el parque de El Retiro de Madrid. Desde los doce años circulo por la ciudad en bicicleta. Al principio lo hacía por mi barrio, también por la Casa de Campo y durante las vacaciones de verano en la playa. Participé por primera vez en la segunda Fiesta de Bicicleta en Madrid, en 1979 y ya por entonces paseaba con frecuencia por la ciudad. Iba cada domingo al circuito de la calle Príncipe de Vergara a “dar unas vueltas” y más tarde, se convirtió en mi medio de transporte habitual por la ciudad.
Cuando viajo y en las estancias largas, si tengo la oportunidad, alquilo una bicicleta para circular por la ciudad y para hacer rutas, en España, Alemania, Holanda, Francia y empleo mi propia bicicleta en Madrid y Bogotá.
Las bicicletas, los patinetes y otros vehículos ligeros son el futuro de la movilidad en las ciudades, especialmente en las grandes ciudades.